Tesoro oculto en la Lagunilla: Arqueólogos descubren figuras, vasijas y entierros infantiles bajo el centro de la CDMX

Un conjunto de piezas prehispánicas —figuras de barro, vasijas cerámicas, utensilios de obsidiana y un peculiar sello con rostro de mono— salió a la luz en plena Lagunilla, una de las zonas más transitadas del Centro de la Ciudad de México. El hallazgo incluye también restos óseos de niños y jóvenes que habitaron el antiguo señorío de Tlatelolco.

El descubrimiento ocurrió durante un proyecto de salvamento arqueológico que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) desarrolla desde octubre en un terreno en construcción sobre el Eje Central Lázaro Cárdenas. En el segundo piso del predio, convertido temporalmente en laboratorio, especialistas analizan cada fragmento para reconstruir la vida cotidiana de quienes habitaron este punto hace más de cinco siglos.

Vestigios a centímetros de la superficie

De acuerdo con el arqueólogo Juan Carlos González, a menos de un metro del nivel actual de calle apareció un muro prehispánico, seguido de los primeros entierros: dos infantes de entre dos y cinco años, así como un recién nacido. Los cuerpos estaban colocados dentro de una fosa ovalada acompañados por una pequeña copa decorada, evidencia de un ritual íntimo practicado dentro del hogar.

El especialista explica que, en aquella época, las familias solían sepultar a sus seres queridos dentro de sus propias habitaciones, una práctica que reflejaba la estrecha relación entre la vida diaria y las creencias espirituales del pueblo tlatelolca.

En total, en once pozos de exploración se localizaron siete entierros: cuatro correspondientes a niños y tres a jóvenes, todos pertenecientes al Posclásico tardío (1325–1521), periodo que antecede a la caída de Tlatelolco ante la conquista española.

Un antiguo hogar bajo la colonia Guerrero

Los restos arquitectónicos —fragmentos de piso, muros orientados de norte a sur y cerámica azteca finamente elaborada— indican que se trataba de una unidad doméstica con cierto estatus, ubicada a unos cientos de metros del que hoy conocemos como Templo Mayor de Tlatelolco.

En una de las áreas se identificaron señales de una cocina: carbón, fragmentos de comales, ollas y jarras, lo que confirma que este espacio fue parte de un hogar activo y habitado.

Aunque se excavaron más de 3 metros de profundidad y se identificaron 24 capas distintas de tierra, no se encontraron rastros directos del lago que alguna vez rodeó el islote de Tlatelolco. Sin embargo, el conjunto de objetos permite delinear con mayor precisión la extensión y dinámica de este antiguo asentamiento.

Una historia que resurge bajo el mercado

Las piezas halladas, ahora en análisis dentro del laboratorio del INAH, fueron testigo del día a día de una familia tlatelolca: su cocina, su vida social, sus rituales y sus despedidas. Tras más de dos siglos ocultas, regresan para ofrecer nuevas pistas sobre uno de los islotes más importantes del México prehispánico.

La Lagunilla, conocida hoy por su comercio vibrante, vuelve a recordar que bajo sus calles se esconde un pasado invaluable que redefine los límites y la historia de la Ciudad de México.

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Redacción
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